Horario flexible: ¡La Alternativa que se Convierte en Norma!


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Son tiempos de cambio y el horario flexible va abriéndose paso con firmeza. En este artículo ya ahondamos en las ventajas de la flexibilidad horaria y cómo ésta puede aumentar la productividad de tu empresa. Hoy, rebobinamos para repasar la evolución del sistema laboral hasta llegar a nuestros días y analizamos cómo embarcarnos en la transición hacia este futuro inminente.

¿A qué hora empieza tu jornada de trabajo mañana? ¿Cuánto tiempo tienes para comer? Son las típicas preguntas que escuchamos a diario -y que nos hacemos a nosotros mismos cuando nos replanteamos nuestra existencia (laboral)- pero ¿alguna vez te has parado a pensar de dónde viene el horario de 8 horas diarias o el concepto “9 to 5”?

La jornada laboral de 8 horas surgió a finales de la Primera Revolución Industrial. Su promotor fue el empresario textil irlandés Robert Owens con su famosa norma “888 rule”. El eslogan dictaba 8 horas de trabajo, 8 horas de recreación y 8 horas para dormir. Pero no fue hasta 1914 cuando la compañía Ford se encargó de popularizar la medida con su sistema “9 to 5”. Y aquí estamos, trabajando de igual forma 100 años más tarde.

Un sistema laboral intacto desde 1914

¿Por qué esta fórmula funcionó tan bien? En 1914 se empleaba la fabricación en cadena o fordismo, una forma de producción donde cada trabajador tenía una función específica y especializada en máquinas desarrolladas. De este modo, si un solo trabajador fallaba, todo el equipo se veía perjudicado pues si un “paso” en la cadena de producción no tenía lugar, el producto no se podía fabricar. 

Además, la cantidad de stock generado dependía directamente de la cantidad de horas que estuvieras delante de la máquina: X horas trabajadas = X productos producidos. Si se aumentaba el número de horas de trabajo, la producción aumentaba de igual manera: 2X horas trabajadas = 2X productos producidos.

¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar?

¿Pero qué pasa hoy en día? Pues que ni trabajamos en cadena, ni la productividad depende de la cantidad de horas que uno le dedique a su trabajo. Las máquinas son ahora más sofisticadas y mucha mano de obra ha sido reemplazada. La robótica y la inteligencia artificial han concretado grandes avances, haciendo de este mundo un lugar muy diferente al de Owens. Hoy en día se valoran otras cualidades en los trabajadores. Entre ellas, la creatividad o sus capacidades de invención e innovación. 

Por otra parte, las telecomunicaciones de hoy permiten conexión inmediata a través de internet y diversos dispositivos electrónicos. De este modo, el trabajador no tiene que tener presencia física constante en la oficina. Las organizaciones han ido reemplazando poco a poco las jornadas de 8 horas por un horario más flexible focalizado en el cumplimientos de objetivos. Así, el modelo de trabajo híbrido gana cada vez más simpatizantes. 

Sin ir más lejos, Apple y Facebook anunciaban recientemente que adoptarán este sistema para siempre. El tiempo ya no depende del “presencialismo” o del cumplimiento de unas horas determinadas sino que se establecen lapsos de entrega. En otras palabras, el enfoque está en la eficiencia y la productividad se mide en metas logradas.

La transición hacia el horario flexible

Sobre estas bases -y por las muchas ventajas del horario flexible– radica el hecho de que, cada vez más, se adopte este sistema. La plantilla puede asistir a la oficina para reuniones puntuales o para completar alguna tarea específica, pero no debe personarse de forma sistemática. Dicho de otro modo: “ir por ir”. El equipo podría hacer uso del espacio un par de días a la semana. Y tampoco debería cumplir necesariamente con las 8 horas; podrían ser menos o, incluso, más. 

El resto del tiempo se admite la modalidad remota. Es decir, el empleado trabaja desde casa y se comunica permanentemente por la vías acordadas en la empresa. Esta forma de trabajo flexible responde a las nuevas dinámicas sociales y empresariales. Además de estar funcionando bien, esta metodología ha ido ganando aceptación. 

Es cierto que hay mucha reticencia al cambio, especialmente entre empleados y empresarios de ciertas generaciones. Pero estamos ante una metamorfosis sin marcha atrás y que viene pisándonos los talones. También es verdad que el horario flexible no es aplicable a todos los sectores. Sigue habiendo fábricas, por ejemplo, donde solo funcionan las jornadas laborales con horarios rígidos. Sin embargo, creemos que esas realidades irán transformándose más temprano que tarde. Y tú, ¿estás listo para el cambio?